Para muchos de nosotros, la mayor superación consiste simplemente en saber quiénes somos: arrancar al confuso destino una identidad propia, nítida, y por qué no, llena de luz.

Cuando nace en el marginal barrio del Cabanyal, en Valencia, nada ni nadie espera a Vicente Esplugues, el último de una familia de seis hermanos que se queda temprano huérfano de madre.

Sin embargo, va a descubrir que el grito de una música rabiosa y luego la claridad de una revelación espiritual le estaban esperando. Y le han dado un motivo para vivir, y una fuerza que hoy alumbra a muchos de sus fieles.

¿Quién no ha soñado con tener un sexto sentido, y en general con ampliar su propia capacidad perceptiva? Moon Rivas lo soñó sin descanso. Y lo consiguió.

Ella ha querido, gracias a la tecnología, acercarse de la naturaleza. Para ello, se ha puesto un implante electrónico en los pies, que le ha permitido durante siete años sentir vibraciones, de mayor o menor intensidad, correspondiendo a los terremotos de la tierra desde cualquier parte del globo. Y con ello, ha creado su propio lenguaje artístico, bailando.

Escalando hacia su cumbre particular, ella quiere conseguir hoy otro sexto sentido, más extravagante aún.

Siempre imaginamos que el heroísmo solo se expresa en las acciones más espectaculares o en la lejanía más exótica. No es así. También nace y se desarrolla en el día a día, en lo más mundano y próximo.

En el caso de Fernando, ir prescindiendo del plástico en su vida urbana empieza casi como un juego con Patricia, su pareja. Pero, poco a poco, seguir en esta senda le resulta ser una toma de conciencia permanente en su quehacer cotidiano.

Lo que hace apasionante su trayectoria es la voluntad de ir hasta el final desde la coherencia, la intransigencia y el tesón. Y eso, sin juzgar a los demás. Viéndole coronar esta cumbre nos hace ver el reto ecológico de una forma extremadamente concreta y real.